
Hablábamos de la madera más dura del mundo, las propiedades del ébano siempre me han maravillado, y fuimos saboreándolas mientras acariciábamos con las yemas de los dedos aquella balda: su gran densidad que hace que no flote en agua, su dureza que la convierte en la madera más dura del mundo, su precioso color..
¿Y si fuéramos de ébano? ¿Para qué pensarlo, si no lo somos? Somos frágiles, somos accesibles, nos hundimos y salimos a flote constantemente. Sin embargo, la fuerza de la humanidad podría compararse a la del ébano, y no paramos de demostrarlo, tenemos, por ejemplo, el mundo atravesado por caminos, carreteras, veredas, puentes..
El otro día, me paré a pensar si quedará algún lugar de la tierra sin camino, alguno sin un acceso rudimentario para el hombre y su destrucción. ¡Qué vergüenza! No encontré ninguno..
La humanidad también se parece al ébano en que se va hundiendo poco a poco, no sabemos si podrá seguir respirando, no sabemos cuanto más podremos sobrevivir en este mundo loco.
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