sábado, 23 de enero de 2010

Fábulas.


Recuerdo una vez, en alguno de los viajes que hice durante aquellos años, que encontré a un hombre triste; tenia la piel oscura, arrugada y sucia.

Sus ojos, expresivos, me contaron una historia sobre una nube anclada en una flor:

Era una nube preciosa, repleta de dulces gotitas de agua. Le gustaba dibujar en el cielo formas imposibles, y pintarse de todos los colores que alcanzaba a ver desde su altura. Se trataba de una nube enorme, que un día encontró una flor entre muchas, a la que se ató con una enorme cuerda para no andar errante por el cielo, evitando así el peligro de chocar con cualquier nubarrón y de acabar en tormenta. Desde entonces, dejó de ser un cumulonimbo normal, para ser una nube que vivía anclada a una flor.

No era una flor corriente, ésta era gris, arrugada y sucia; una flor resistente y dura. No podía ser de otra forma, ¡vivía para servir de ancla para la nube!


Al cabo del tienpo, se empezaron a dar cuenta de que la gran maroma que las unía y que siempre se mantenía tensa, empezaba a deshacerse. La flor miraba hacia arriba con pena y allí seguía la nube, canturreando divertida y tranquila; por ahora, todas sus hojas se mantenían en la sombra, señal de que todo iba bien, eso pensaba la flor.

Sin embargo, el dificil momento que se auguraba, terminó por llegar, la maroma se rompió y la nube se vió de pronto volando libre, e inocentemente ilusionada, por el cielo.

La flor sorprendida, se descubrió de pronto fuera de las tinieblas en las que se encontraba, y al tocar sus pétalos el suave sol de la tarde, estos empezaron a estirarse y a colorearse. Lentamente, y sin apenas creerselo, recuperó la belleza que una vez ya tuvo.

En silencio llegó el rumor de aquella piel tersa hasta allá arriba, y la nube necesitó girarse, y al ver aquel tallo carnoso y aquellos pétalos dorados, no tardó en olvidarse del mundo que tenía por descubrir y volvió rápido a colocarse en su sitio encima de la flor.

Y llovió. Fue una lluvia tranquila y sosegada, como al espolvorear azucar en un bizcocho.

En un acto de amor contenido, la nube se deshacia en la flor. Pronto fueron un solo ente, una flor azulada, casi transparente, en cuyos pétalos se podían ver pequeños rabos de nube.



.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

¡yo quiero escribir así!

:)

Flor de Sueño dijo...

anda ya! si he tenido que modificarlo ahora un poco, porque no fluía bien... no sé si lo he arreglado mucho, mira a ver ;)

Anónimo dijo...

"Y llovió. Fue una lluvia tranquila y sosegada, como al espolvorear azucar en un bizcocho."

Hay veces que siento llover de esa manera, y al subir la vista al cielo, una nube blanca y solitaria sorprende a quienes la observan.No tiene una pinta desafiante, parece acaso como si sonriera.

Kaila

Anónimo dijo...

jo, pues no sé, a mí me gustaba antes y me gusta ahora... :S

José L. dijo...

que mejor que dos seres maravillosos viendo juntos "siendo solo un ente"...

:)