Luchas y dolores.

Hay veces en las que se te agarran las malas sensaciones en la espalda.

Todo empieza con un sentimiento combativo, una guerra corporal se gesta en el cerebro.

Antes de que te des cuenta de lo que ocurre, las neuronas, cabreadas por tanta actividad se rebelan y se encojen, tirando de los nervios raquídeos.

Éstos se convierten en látigos, fustigando todo lo que encuentran a su alrededor. Vértebras, músculos... toda clase de células se ve sometida y a ritmo de fusta trabajan como esclavos.

Tensos, muy tensos, los músculos deciden actuar y levantan sus puños. Se amotinan, tiran de aquí primero, pero pronto se cansan, duelen. Ahora tiran los de allí. Empieza a ser insoportable, y me pregunto si algún día despertaré con la espalda dividida en trozos asimétricos.

Finalmente, una llamada de teléfono es lo único que consigue paliar los dolores. Unos dedos señalan con firmeza a cada cuál el sitio que debe ocupar, el lugar que les había sido asignado y olvidaron.

Entramos en una larga tregua, pero las malas sensaciones siguen ancladas en el interior del engranaje. Ésta inseguridad no se irá tan rápido,

seguro.

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