miércoles, 22 de diciembre de 2010

Relato corto.


Este es el pequeño relato de un grano de maíz:

Llegamos allí una temprana noche de otoño y, quizás por lo pequeño que era, ni siquiera le vimos al llegar. No podíamos saber que era embajador de la felicidad y a pesar de haber pasado desapercibido, él, olvidando sus rencores, germinó toda su fuerza en la lluvia de una gota.

Casi al alba, aquella gota terminó cayendo sobre nuestras cabezas y movió nuestros pies haciéndonos correr. Pisamos las nubes de un maizal, y mientras nos enredábamos en los hilos de la risa, ellas, juguetonas, llamaron a la vida para que se anudase en nuestras cinturas.

Con la resaca de una febril amistad, ya bien entrada la mañana, volvimos a casa acompañados del recuerdo de una dulce vida enrredada en el pelo, espumosa como la niebla de verano. No fue hasta unos días más tarde, cuando uno de nosotros descubrió al grano de maíz en su bolsillo, lavado, planchado y almidonado, había protegido a la semilla feliz, permitíendole sobrevivir a cada una de las pruebas que le impusimos desde que la encontramos.

3 comentarios:

Bahú bamba Lelë dijo...

Más de uno nos bautizamos ese día en un gran vaso de agua azul!

José L. dijo...

cada vez que leo algo de esto.. me da una rabia no haber participado de nada...

Precioso texto, preciosas expresiones, y preciosos sentimientos.

Anónimo dijo...

¿Y germina al final?

:D