miércoles, 30 de enero de 2008

Fotografía.

A finales del XIX, la fotografía, el invento de Niepce y Daguerre revolucionó la forma de pintar. El encuadre, el movimiento, la luz... El modo de aproximarse a la pintura se ve bruscamente sacudido por la aparición de las primeras fotografías. Sin embargo, el cambio no está solo en la manera de percibir y plasmar la obra. En su minucioso trabajo sobre impresionismo y fotografía, el profesor Antonio González García saca a la luz decenas de ejemplos que demuestran que muchas de las más famosas composiciones impresionistas fueron inspiradas por un original fotográfico. Pintores como Van Gogh, Toulouse Lautrec, Monet o Gauguin, se sirvieron de las fotografías para sus trabajos y tradujeron sus composiciones a su propio lenguaje.

Toulouse Lautrec. La Troupe.













A principios de los años 90 un artista llamado Tom Stanford ojea antiguas fotografías en un anticuario y descubre un daguerrotipo que le resulta vagamente familiar. Lo compra por un dólar y se lo lleva a su casa. Una vez allí, y tras un concienzudo análisis de la fotografía, llega a la conclusión de que se trata del mismísimo Van Gogh. Los datos concuerdan; el retrato es obra del fotógrafo Víctor Morin, que se dedicó a tomar fotografías de clérigos locales de Bruselas hacia 1886. Sin embargo, a la pregunta de si Van Gogh pudo pintar su autorretrato a raíz de de esta supuesta fotografía, el Museo Van Gogh de Ámsterdam tiene una clara respuesta: NO.


Tal y como explica el profesor González García, los progresivos avances técnicos del medio, el abaratamiento y el lanzamiento comercial de la cámara Kodak, facilitaron que muchos pintores se dedicaran a la fotografía como aficionados, sin abandonar la pintura. Y en este aspecto Edgar Degas fue un auténtico pionero dada su obsesión por la fotografía.

La siguiente imagen muestra a dos de sus amigos, nada menos que el poeta Stepháne Mallarmé y al pintor Auguste Renoir, posando juntos para Degas. En el espejo, como un fantasma velazqueño, podemos distinguir a Degas y su cámara, además de la esposa y la hija de Mallarmé. Según explicó el poeta Paul Valery, la fotografía precisó “nueve lámparas de aceite... y un terrible cuarto de hora de inmovilidad por parte de los protagonistas".

En octubre de 1895, Julie Manet anota en su diario: “El señor Degas sólo piensa en la fotografía. Nos ha invitado a todos a cenar con él la semana que viene, y va a retratarnos con luz artificial”. En efecto, a la hora de realizar una fotografía, Degas se convertía en un auténtico perfeccionista, ordenando a sus invitados que adoptaran tal o cual postura o que miraran a la cámara en determinada actitud. “En momentos como aquél, - explicaba un testigo de aquellas sesiones – sus amigos siempre se referían a él con auténtico terror. Si le invita para una velada, ya sabe lo que puede esperar: dos horas de obediencia militar”.


Podéis ver el artículo completo en: http://fogonazos.blogspot.com/2006/11/baile-de-sombras_06.html

1 comentario:

José L. dijo...

:) es chulísima esta última foto.. menos mal que ahora no hacen falta 15 minutos de quietismo para hacer una foto.. si no imaginate aquella que les hicimos a las perras.. :P