domingo, 30 de septiembre de 2007

Un camino duro.


Aquel día, se decidió a empezar a andar. Había pasado casi todo el invierno mirando la cumbre desde lejos, y de pronto entendió que ya no había remedio, que ya no podía dejarlo más: la primavera había llegado, y con ella el momento de empezar la travesía.

Al anochecer preparó el único equipaje que llevaría, una gran hogaza que esperaba que le proporcionase el suficiente alimento para conseguir su objetivo.

Después de un descanso liviano y un sueño inquieto, se despertó con la claridad de los primeros rayos de luz, y al abrir los ojos se sintió consciente de los peligros que le amenazaban. Llevaba una larga vida a las espaldas y se sabía fuerte, recia y dura, como la jarapa que pisaba.

Echó a andar sin prisa, con el pan bajo el brazo y las únicas zapatillas que tenía. Poco a poco fue recordando aquellas reglas que aprendió en las largas rutas que recorrió siendo joven: parar aproximadamente cada hora en una sombrica al lado del camino, no beber agua durante el trayecto, y beberla despacito y sin ansia durante el descanso, no quitarse las zapatillas por más que los pies lo pidan a gritos...

Todo el que haya tenido que esforzarse para andar un poco, sabrá que el ritmo de la cabeza es mucho mayor que el de los pies. A ella le dio tiempo a muchas cosas ahí arriba, desarrolló un miedo absurdo a no ser capaz, y ni siquiera vio el banco que le esperaba en silencio, el banco por el que los pies hubieran matado sin lugar a dudas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me ha encantado....y no sabes lo identificada que me siento ahora mismo..."miedo a no ser capaz"...q miedo más absurdo y a la vez tan común...Un beso mu gordo wapa¡

luigi dijo...

Tengo una foto muy parecida a esta, de Santiago, y en la mia la mujer llevaba un pedazo de cesto en la cabeza!

Y la mujer que narras me recuerda a muchas de las de mi pueblo, que se van con las claras del alba al bancalillo a doblar el espinazo y estan tan ocupadas que se les olvida que cumplieron ya los ochenta.

Puede ser que muchos de nuestros límites estén bastante más lejos de lo que creemos.